“Es un trabajo que uno hace con amor”

“Mi papá fue músico, esa es la razón por la que empecé, porque él tocaba en orquestas de salsa en Veracruz, de donde soy originario. Antes se estilaba mucho hacer lo que le llamaban la bohemia; a veces, terminando de tocar, los músicos iban a la casa, a comer, o a tomarse la cerveza y a seguir tocando. Entonces yo aprendí viéndolos y me decían ‘agárrate el bongó, agárrate las congas, el timbal”, cuenta Rey David Alejandre, pianista de Jazz On The Rocks, sus inevitables comienzos en la música.

De niño, Rey David vivía rodeado de instrumentos y, podría decirse, eran sus propios juguetes. De hecho, a los 7 años empezó a presentarse en los escenarios, bajo la tutela de su padre; y a los 12, ya había actuado en el célebre Teatro Nacional de La Habana Cuba como parte de un intercambio cultural denominado “Cuba-Veracruz”. Casi sin darse cuenta y de la mano de su padre, se fue integrando a la música. En su casa se escuchaban los discos de vinilo de Willie Colón, Rubén Blades y Héctor Lavoe. Mientras, la mente del pequeño Rey viajaba por los mundos oníricos de la salsa, soñando, quién sabe qué cosas.

Pero, la vida siempre se impone y conduce a lugares inesperados. Con esfuerzo, dedicación, un poco de suerte y —por supuesto— talento, los sueños pueden concretarse. La historia de Rey David, que en Jazz On The Rocks se sienta al piano y se mueve entre las teclas casi a diario, es un gran ejemplo. Entonces, hace un paréntesis para contar que, ya de grande, se convirtió en trombonista de Willie Colón, aquel ídolo iniciático.

“Toda mi vida dedicada a esto y llegó un día en que se me cumplió el sueño y pude hacer la audición con Willie Colón. Durante una etapa en que él vino a México, estuvo trabajando en televisión e hizo la música para una novela y faltaba un trombonista con las características y el sonido que Willie quería; así, como el sonido del maestro. Me invitaron a la audición y me quedé, pero eso ya fue después, como a los 21 años”, dice.

Un hito en la vida de Rey fue la mudanza a Cancún, donde fue a trabajar de músico de salsa en los hoteles. “Hay mucho turismo, y al público norteamericano, obviamente, le gusta el jazz. Entonces tuve que aprender a la fuerza porque no había escuelas, casi no había libros, y lo hice de forma autodidacta. Había un lugar en Cancún que se llamaba el Roots, y ahí se armaba el palomazo y llegaban músicos locales y extranjeros. Ahí el escenario se prestaba para subirse al palomazo y de esa forma aprender”.

Otra aventura fue la de ir a Nueva York por tres meses y quedarse siete años, empapado de salsa y de jazz, acaso la ciudad ideal para seguir dando forma a sus sueños.

Desde entonces se ha convertido en un consumado músico en los géneros de salsa, jazz y latín jazz, en trombón, piano y percusiones, con actuaciones en algunos de los lugares más importantes, como: Naciones Unidas, Madison Square Garden, Jazz Standard, BirdlandJazz Club, Festival de Jazz de Malta, Riga Festival de Jazz, Blue Note Jazz, entre muchos otros.

¿Cómo llegaste a Jazz On The Rocks?

Vine gracias a Tito Rodríguez, mi amigo. El año pasado me invitó a la semana del jazz en Los Cabos. Entonces vine para acá y la verdad me gustó mucho el lugar, es bellísima la vista y tenía tiempo de querer tocar un piano de cola. Además, el repertorio que Tito maneja exige mucho, es un repertorio más complejo. Y de repente así me quedé con dos o tres días y cuando me di cuenta ya estaba presentándome en Jazz On The Rocks toda la semana.

“Aquí se me da lo que es Rey, lo que a Rey le gusta. Un músico loco como yo, entregado, necesita sentirse completo. Y eso me recuerda por qué soy músico, ¡pues para ser feliz!”.